SANTO DOMINGO. "Yo soy el Carnaval, el dios jocundo/ que entre gritos y muecas y oropeles/ al son de mis vibrantes cascabeles/ voy sembrando el engaño por el mundo.// Yo trastrueco las normas y confundo/ en la humana comedia los papeles:/ de un palurdo jayán hago un Apeles/ y de un Rey poderoso, un vagabundo...", así cantó el carnaval el poeta vegano (no podía ser de otro lugar) Emilio García Godoy.
El carnaval dominicano -sobre todo con el sistema artesanal de creaciones de máscaras, personajes y grupos- es una de las expresiones más contudentes, por su nivel de fabulación y metaforización, de la creatividad popular de toda América Latina. Y decir eso así puede parecer exagerado, sin embargo basta con ver la amplia variedad y el celo y el clandestinaje con que se realiza esta creatividad, sin más interés que el de sobresalir y participar en una catársis o manifestación lúdica de la realidad-irreal en que se mueve el ideario popular.
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El carnaval dominicano -sobre todo con el sistema artesanal de creaciones de máscaras, personajes y grupos- es una de las expresiones más contudentes, por su nivel de fabulación y metaforización, de la creatividad popular de toda América Latina. Y decir eso así puede parecer exagerado, sin embargo basta con ver la amplia variedad y el celo y el clandestinaje con que se realiza esta creatividad, sin más interés que el de sobresalir y participar en una catársis o manifestación lúdica de la realidad-irreal en que se mueve el ideario popular.
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